jueves, 24 de septiembre de 2015

QUIMERA

Una noche, de pàlidas estrellas,
un lucero me mira vacilante,
y parece decirme en sus centellas:
soy el alma de aquella vida errante,

Que en tu vida dejó sus mudas huellas.
Te he seguido a través del firmamento,
y sè bien que vislumbras sobre ellas:
me lo dice el corazón con hondo acento.


Yo tambièn, como tù, sufro el flagelo
de esta ausencia mordaz, que me devora;
de mis noches de amargo desconsuelo; 
de mis dìas sin luz y sin aurora.

Yo quisiera, lo mismo que un lucero,
seguirte en los espacios siderales;
alejado del mundo traicionero
y el sòrdido vivir de los mortales,

Tu recuerdo es la aurora que ilumina
el oscuro sendero de mi vida;
y como alma perdida en la neblina,
voy cargando la cruz de tu partida.

Esta noche contemplo el infinito
y pido a Dios que, un venturoso dìa,
me lleve por el mismo caminito,
allà donte tu estàs, amada mìa,

Pero sabrè esperar, con estoicismo,
el momento  final de mi partida;
que la muerte me saque del abismo
fatal y doloroso de la vida.


OBSESIÒN

¡Què bello es recordar aquel momento!
cuando,exhorto a la luz de tu ventana,
quedè mudo, sin voz y sin aliento,
al verte tan hermosa y tan lejana.

Mas hoy sigo esperàndote entre abrojos,
sin poderte decir que, aquella tarde,
te besè con el alma y con mis ojos,
y te entreguè mi corazòn cobarde.

¿Por què, àngel mìo, yo que te quiero tanto.
te burlas de mi amor y mi quebranto,
y me hundes el puñal de tus reproches?

Pero guardo con ansias y desvelo,
encontrarte al final, allà en el cielo,
bajo el gèlido polo de mis noches.